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  • Día y noche se había esforzado, luchado y entregado en cuerpo y alma a su trabajo, y no le quedaba mucho para nada más. Como era humana, sufría esta carencia y hacía lo que podía para compensarla. Si pasaba la tarde inclinada sobre una mesa en la biblioteca y más tarde declaraba que había pasado ese tiempo jugando a las cartas, era como si hubiera conseguido hacer ambas cosas. A través de las mentiras, vivía indirectamente. Las mentiras duplicaban lo poco de su existencia que le quedaba del trabajo y aumentaban el pequeño final de trapo de su vida personal.

    Carson McCullers (1998). “Collected Stories of Carson McCullers”, p.133, Houghton Mifflin Harcourt