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Si un libro estuviera escrito todo en números, sería verdad. Sería justo. Nada de lo que se dice con palabras es justo. Las cosas en palabras se torcían y corrían juntas, en lugar de permanecer rectas y encajar. Pero debajo de las palabras, en el centro, como el centro del cuadrado, todo quedaba igualado. Todo podía cambiar, pero nada se perdía. Si veías los números podías ver eso, el equilibrio, el patrón. Veías los cimientos del mundo. Y eran sólidos.