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Si estamos abiertos a ello, Dios puede utilizar hasta la cosa más pequeña para cambiar nuestras vidas... para cambiarnos a nosotros. Puede ser un niño que ríe, los frenos de un coche que necesitan reparación, una venta de carne asada, un cielo despejado, un viaje al bosque para cortar un árbol de Navidad, un maestro de escuela, una pipa de billar Dunhill... o incluso un par de zapatos. Algunas personas nunca creerán. Puede que piensen que esas cosas son demasiado triviales, demasiado simples o demasiado insignificantes para cambiar una vida para siempre. Pero yo creo. Y siempre creeré.