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Ella no flirteaba con él, pero salían mucho juntos, y cada vez que veía sus cabezas inclinadas sobre la pantalla de un ordenador o un mapa, se me apretaba el estómago. Y mis dientes. Y mis puños.
Ella no flirteaba con él, pero salían mucho juntos, y cada vez que veía sus cabezas inclinadas sobre la pantalla de un ordenador o un mapa, se me apretaba el estómago. Y mis dientes. Y mis puños.