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No era una víctima del destino, corría sus propios riesgos, superaba sus propios límites, experimentaba cosas que, un día, en el silencio de su corazón, en el tedio de la vejez, recordaría casi con nostalgia, por absurdo que pudiera parecer.
No era una víctima del destino, corría sus propios riesgos, superaba sus propios límites, experimentaba cosas que, un día, en el silencio de su corazón, en el tedio de la vejez, recordaría casi con nostalgia, por absurdo que pudiera parecer.