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La mujer se volvió y entró lentamente en la casa. Al pasar las puertas se volvió y miró hacia atrás. Grave y pensativa era su mirada, mientras contemplaba al rey con fría piedad en sus ojos. Su rostro era muy hermoso, y sus largos cabellos parecían un río de oro. Era esbelta y alta con su túnica blanca ceñida de plata; pero parecía fuerte y severa como el acero, hija de reyes.