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  • Las palabras, a pesar de ser endebles e invisibles, tenían una gran fuerza. Podían fortificarse como la muralla de un castillo y afilarse como un florete. Podían morder, abofetear, conmocionar, herir. Pero, a diferencia de los hechos, las palabras no podían ayudarte realmente. Ninguna promesa rescataba a una persona; era el cumplimiento de la misma lo que traía la salvación.

    Jodi Picoult (2003). “Second Glance: A Novel”, p.396, Simon and Schuster