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Amigo mío, tú tenías caballos, armas y campos libres; pero ella, nacida en el cuerpo de una doncella, tenía un espíritu y un valor por lo menos iguales a los tuyos. Sin embargo, estaba condenada a servir a un anciano, a quien amaba como a un padre, y a verlo caer en una vejez mezquina y deshonrosa; y su papel le parecía más innoble que el del bastón en que él se apoyaba. -Gandalf a Eomer, de Eowyn