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  • Imagínate vivir en un mundo sin espejos. Soñarías con tu cara y la imaginarías como un reflejo exterior de lo que hay dentro de ti. Y entonces, al llegar a los cuarenta, alguien te pone un espejo delante por primera vez en tu vida. Imagínate el susto. Verías la cara de un desconocido. Y sabrías con toda claridad lo que eres incapaz de comprender: tu cara no eres tú.