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Una mañana soleada me llevaron en coche a Whipsnade. Cuando salimos no creía que Jesucristo fuera el hijo de Dios, y cuando llegamos al zoo sí. Sin embargo, no había pasado el viaje precisamente pensando. Ni en grandes emociones. "Emoción" es quizá la última palabra que podemos aplicar a algunos de los acontecimientos más importantes. Fue más bien como cuando un hombre, después de un largo sueño, todavía inmóvil en la cama, toma conciencia de que ya está despierto.