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  • Jesús perfeccionó su vida y se convirtió en nuestro Cristo. Se derramó la sangre inapreciable de un dios, y se convirtió en nuestro Salvador; se entregó su vida perfeccionada, y se convirtió en nuestro Redentor; su expiación por nosotros hizo posible nuestro regreso a nuestro Padre Celestial, y, sin embargo, ¡qué desconsiderados, qué poco agradecidos son la mayoría de los beneficiarios! La ingratitud es un pecado de siglos.