Hace treinta años, mi hermano mayor, que por aquel entonces tenía diez años, intentaba redactar un informe sobre aves para el que había tenido tres meses y que tenía que entregar al día siguiente. Estábamos en nuestra cabaña familiar de Bolinas, y él estaba en la mesa de la cocina a punto de llorar, rodeado de papel de cartapacio y lápices y libros sin abrir sobre aves, inmovilizado por la enormidad de la tarea que tenía por delante. Entonces mi padre se sentó a su lado, rodeó con el brazo el hombro de mi hermano y le dijo: "Pájaro a pájaro, colega. Ve pájaro a pájaro.