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La ventana se abría en la misma dirección que la del rey, y allí, brillante como el verano y enmarcada por la oscuridad del hueco de la escalera, estaba la misma vista. Costis la cruzó y volvió a subir las escaleras para mirar de nuevo. Sólo se veían los tejados de la parte baja del palacio, la ciudad y las murallas. Más allá estaban las colinas del otro lado del valle de Tustis y el cielo azul descolorido sobre ellas. Lo importante no era lo que el rey veía, sino lo que no podía ver cuando estaba sentado junto a la ventana con la cara vuelta hacia Eddis.