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Con el tiempo, me harté de la gente, incluido yo mismo, que no pensaba lo suficiente en sí misma como para hacer algo por sí misma, gente que sólo hacía lo que tenía que hacer y nunca lo que podría haber hecho. Aprendí de ellos la soledad infectada que llega al final de cada día mal empleado. Sabía que podía hacerlo mejor.