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Nosotros, los modernos, pensamos en los milagros como la suspensión del orden natural, pero Jesús los entendía como la restauración del orden natural. La Biblia nos dice que Dios no creó el mundo para que hubiera enfermedades, hambre y muerte. Jesús ha venido a redimir donde está mal y a sanar el mundo donde está roto. Sus milagros no son sólo pruebas de que tiene poder, sino también maravillosos presagios de lo que va a hacer con ese poder. Los milagros de Jesús no son sólo un desafío a nuestras mentes, sino una promesa a nuestros corazones de que el mundo que todos queremos está al llegar.