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Te presentas ante el tribunal de Dios lleno de rebeldía y de errores. Por su justicia no puede desechar tu pecado, pero por su amor no puede desecharte. Por eso, en un acto que asombró a los cielos, se castigó a sí mismo en la cruz por tus pecados. La justicia y el amor de Dios se honran por igual. Y tú, creación de Dios, eres perdonado.