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Soñar es muy agradable siempre que no nos veamos obligados a poner en práctica nuestros sueños. Así evitamos todos los riesgos, frustraciones y dificultades, y cuando seamos viejos, siempre podremos culpar a otras personas -preferiblemente nuestros padres, nuestros cónyuges o nuestros hijos- de nuestro fracaso a la hora de realizar nuestros sueños.