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Levantó un dedo y se dirigió al pasillo, donde tropezó con Blotchy, y luego con los dos gatos monstruosos que perseguían locamente a Blotchy. Maldiciendo, se inclinó sobre el rellano y gritó al guardia que, a menos que el reino cayera en guerra o su hija se estuviera muriendo, más valía que no le interrumpieran hasta nuevo aviso.