-
Los árboles de tu huerto no dicen lo mismo, ni los rebaños de tus pastos. El que es digno de recibir sus días y sus noches, es digno de todo lo demás de ti. Y el que ha merecido beber del océano de la vida merece llenar su copa de tu pequeño arroyo. Asegúrate primero de que tú mismo mereces ser un dador y un instrumento para dar. Porque, en verdad, es la vida la que da la vida, mientras que tú, que te consideras dador, no eres más que un testigo.