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No me considero menos ignorante que la mayoría de la gente. He sido y sigo siendo un buscador, pero he dejado de cuestionar las estrellas y los libros. He empezado a escuchar las enseñanzas que me susurra mi sangre. Mi historia no es agradable; no es dulce ni armoniosa, como las historias inventadas; tiene el sabor del sinsentido y del caos, de la locura y de los sueños... como la vida de todos los hombres que dejan de engañarse a sí mismos.