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Alex la miró. Tenía la boca ligeramente abierta y se pasaba la uña por los dientes inferiores mientras pensaba. Había vuelto a anudarse el pelo en la nuca y un mechón se le había escapado hacia el hombro, brillando a la luz de la linterna. De repente, todas sus objeciones parecieron carecer de sentido. No lo hagas, pensó. Te arrepentirás. Ya no le importaba. Lentamente, sin poder contenerse, alargó la mano y la rodeó por el pie.