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  • Así pues, no creemos que la vida sea bella porque no la recordamos, pero si percibimos un olor que hace tiempo que olvidamos nos embriagamos de repente, y del mismo modo pensamos que ya no amamos a los muertos porque no los recordamos, pero si por casualidad nos encontramos con un viejo guante nos echamos a llorar.

    Marcel Proust, Philip Kolb (1992). “Marcel Proust, Selected Letters: 1910-1917”, HarperCollins Publishers Ltd