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A menudo se ha dicho que el poder corrompe. Pero quizá sea igualmente importante darse cuenta de que la debilidad también corrompe. El poder corrompe a unos pocos, mientras que la debilidad corrompe a muchos. El odio, la malicia, la grosería, la intolerancia y la sospecha son los defectos de la debilidad. El resentimiento de los débiles no nace de ninguna injusticia cometida contra ellos, sino de su sentimiento de incapacidad e impotencia. No podemos ganar a los débiles compartiendo nuestra riqueza con ellos. Sienten nuestra generosidad como una opresión.