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  • Me pongo un poco romántico con el viejo Empire State. Sólo con mirarlo me dan ganas de poner algunas melodías de Frank Sinatra y balancearme un poco. Me enamoro de un edificio. Había estado allí varias veces pero nunca para trabajar. Siempre supe que allí había oficinas pero nunca me penetró la cara, la verdad. No se trabaja en el Empire State. En el Empire State te declaras. Subes una petaca y brindas por toda la ciudad de New York.

    Maureen Johnson (2009). “13 Little Blue Envelopes”, p.14, Harper Collins