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  • No era un accidente, ni una coincidencia, que las estaciones se sucedieran año tras año. Era el Señor hablándonos a todos y mostrándonos una y otra vez el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de su Hijo unigénito, nuestro Salvador, Jesucristo, nuestro Señor. Era como una historia muy querida que se contaba día tras día con cada amanecer y atardecer, año tras año con las estaciones, a lo largo de los siglos desde el principio de los tiempos.

    Francine Rivers (2013). “The Last Sin Eater”, p.286, Tyndale House Publishers, Inc.