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Los individuos no son cosas estables, son fugaces. Los cromosomas también se barajan en el olvido, como las manos de cartas poco después de repartirse. Pero las cartas sobreviven a la mezcla. Las cartas son los genes. Los genes no se destruyen al cruzarse, simplemente cambian de pareja y siguen adelante. Por supuesto que siguen adelante. Ése es su cometido. Ellos son los replicantes y nosotros sus máquinas de supervivencia. Cuando hemos cumplido nuestra función, nos desechan. Pero los genes son habitantes del tiempo geológico: los genes son para siempre.