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Los bosques nunca son solitarios, están llenos de vida susurrante, acogedora y amistosa. Pero el mar es un alma poderosa, siempre gimiendo de una gran pena que no se puede compartir, que lo encierra en sí mismo para toda la eternidad. Nunca podremos traspasar su infinito misterio; sólo podremos vagar, asombrados y hechizados, por su periferia. Los bosques nos llaman con cien voces, pero el mar sólo tiene una: una voz poderosa.