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Me incliné sobre la mesa hacia el lanzador de migas. "Vuelve a hacer eso", dije, lo bastante alto como para que se oyera por encima de la cantante de ópera, Dolly, mi madre y el olor de los grisines, "y venderé a tu primogénito al diablo".
Me incliné sobre la mesa hacia el lanzador de migas. "Vuelve a hacer eso", dije, lo bastante alto como para que se oyera por encima de la cantante de ópera, Dolly, mi madre y el olor de los grisines, "y venderé a tu primogénito al diablo".