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  • Sabía que no vendría, pero aullaba de todos modos, y cuando lo hacía, los otros lobos me pasaban imágenes de su aspecto: ágil, gris, de ojos amarillos. Yo les devolvía imágenes mías, de un lobo en la linde del bosque, silencioso y cauteloso, observándome. Las imágenes, claras como los árboles de hojas delgadas que tenía delante, hacían que encontrarlo pareciera urgente, pero no sabía cómo empezar a buscar.