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Puede que nunca sea feliz, pero esta noche estoy contenta. Nada más que una casa vacía, el cálido cansancio de un día dedicado a poner fresas al sol, un vaso de dulce leche fría y un plato llano de arándanos bañados en nata. Cuando uno está tan cansado al final del día debe dormir, y al amanecer siguiente hay más fresas que plantar, y así uno sigue viviendo, cerca de la tierra. En momentos así me llamaría a mí mismo tonto si pidiera más.