-
Conseguí que el sacristán, que estaba cavando la tumba de Linton, quitara la tierra de la tapa de su ataúd, y la abrí. Una vez pensé que me habría quedado allí, al ver de nuevo su rostro -todavía es el de ella-; le costó mucho trabajo conmoverme; pero dijo que cambiaría, si el aire soplaba sobre él.