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  • Le gustaba imaginar que, cuando pasaba, el mundo se ocupaba de ella, pero también sabía lo anónima que era. Excepto cuando estaba en el trabajo, nadie sabía dónde estaba en ningún momento del día y nadie la esperaba. Era un anonimato inmaculado.

    Alice Sebold (2014). “The Lovely Bones: Picador Classic”, p.177, Pan Macmillan