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Estaba muerto en todos los sentidos. Puede que en algún lugar de mi interior estuviera gritando y llorando y aullando como un animal, pero esa era otra persona en el fondo, otra persona que no tenía acceso a los labios ni a la cara ni a la boca ni a la cabeza, así que en la superficie me limitaba a encogerme de hombros, sonreír y seguir adelante. Si hubiera podido morir físicamente, dejar que todo pasara, así, sin hacer nada, salir de la vida tan fácilmente como cruzar una puerta, lo habría hecho. Pero me iba a dormir por la noche y me despertaba por la mañana, decepcionado de estar allí y resignado a la existencia.