En sus ojos brillaba el reflejo del planeta más bello del Universo: un planeta que no es ni demasiado caliente ni demasiado frío, que tiene agua líquida en la superficie y donde la gravedad es la adecuada para los seres humanos y la atmósfera es perfecta para que respiren; donde hay montañas y desiertos y océanos e islas y bosques y árboles y pájaros y plantas y animales e insectos y gente: mucha, mucha gente. Donde hay vida. Alguna de ella, posiblemente, inteligente.