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Pero tú, Aquiles,/ no hay hombre en el mundo más dichoso que tú.../ Nunca lo ha habido ni lo habrá./ Antaño, cuando vivías, los argivos/ te honrábamos como a un dios, y ahora aquí abajo, veo/ que te enseñoreas de los muertos con todo tu poder./ Así que no te aflijas más por morir, gran Aquiles.' Tranquilicé al fantasma, pero estalló en protestas: "No me dirijas palabras de victoria sobre la muerte, brillante Odiseo. Por Dios, prefiero trabajar como un esclavo en la tierra para otro hombre... algún pobre campesino que se las arregla para sobrevivir, que gobernar aquí abajo sobre todos los muertos sin aliento".