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  • Recuerdo que, uno o dos años después de dar mis primeros pasos, me preguntaba por qué sólo los hombres se sentaban a tomar el té y conversar, y por qué las mujeres estaban siempre ocupadas. Razoné que los hombres eran débiles y necesitaban descansar.

    Lawrence Hill (2008). "Alguien sabe mi nombre: A Novel", p.25, W. W. Norton & Company