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[La cocina] también estaba desordenada, afortunadamente, pensó Jane, y no parecía que allí se cocinara mucho. Había un ordenador portátil sobre la encimera con pegatinas de patos, el armario de las especias estaba lleno de camiones de juguete de Ben y Jane no veía un libro de cocina por ninguna parte. Decidió que ésta era la cocina de un pensador y se prometió a sí misma que nunca se molestaría en cocinar.