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Cuando un hombre que sabes que está en su sano juicio te dice que su madre, recientemente fallecida, acaba de intentar colarse por la ventana de su habitación y comérselo, sólo tienes dos opciones básicas. Puedes oler su aliento, tomarle el pulso y comprobar sus pupilas para ver si ha ingerido algo desagradable, o puedes creerle.