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  • El viento exterior anidaba en cada árbol, merodeaba por las aceras en pisadas invisibles como gatos invisibles. Tom Skelton se estremeció. Cualquiera podía ver que aquella noche el viento era un viento especial, y la oscuridad adquiría un cariz especial porque era la víspera de Todos los Santos. Todo parecía cortado en suave terciopelo negro, dorado o anaranjado. El humo salía jadeante de mil chimeneas como los penachos de los desfiles fúnebres. De las ventanas de las cocinas salían dos olores a calabaza: calabazas cortándose y pasteles horneándose.