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Mientras que creer firmemente, sin pruebas, se considera una marca de locura o estupidez en cualquier otro ámbito de nuestras vidas, la fe en Dios sigue teniendo un inmenso prestigio en nuestra sociedad. La religión es el único ámbito de nuestro discurso en el que se considera noble pretender estar seguro de cosas de las que ningún ser humano podría estar seguro. Es revelador que esta aureola de nobleza se extienda sólo a aquellas creencias que todavía tienen muchos suscriptores. Cualquiera que sea sorprendido adorando a Poseidón, incluso en el mar, será considerado un demente.