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La riqueza, el prestigio, todo puede perderse. Pero la felicidad de tu corazón sólo puede atenuarse; siempre estará ahí mientras vivas, para hacerte feliz de nuevo. Siempre que te sientas solo o triste, prueba a ir al desván en un día bonito y mirar fuera. No a las casas ni a los tejados, sino al cielo. Mientras puedas mirar sin miedo al cielo, sabrás que tu interior es puro y volverás a encontrar la felicidad.