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Por más que [los partidos políticos] respondan de vez en cuando a fines populares, es probable que, con el transcurso del tiempo y de las cosas, se conviertan en potentes motores, por medio de los cuales hombres astutos, ambiciosos y sin principios podrán subvertir el poder del pueblo y usurpar para sí las riendas del gobierno, destruyendo después los mismos motores que los han elevado a un dominio injusto.