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Y yo también quería serlo. Eso es todo lo que quería; y ésta es la última palabra. En el fondo de todos estos intentos que parecían no tener límites, vuelvo a encontrar el mismo deseo: expulsar de mí la existencia, librar a los instantes que pasan de su grasa, retorcerlos, secarlos, purificarme, endurecerme, devolver por fin el sonido agudo y preciso de una nota de saxofón. Eso podría incluso servir de disculpa: hubo un pobre hombre que se equivocó de mundo.