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Pierdo mucho tiempo boquiabierto y maravillado. Durante un paseo, o en un libro, o en medio de un abrazo, de repente me despierto y me asombro de todo. El mero hecho de existir me paraliza, me tiene en vilo. Estar vivo es tan increíble que lo único que hago es quedarme quieto y respirar, como un bebé boca arriba en una cuna. Es imposible interesarse por nada en particular mientras sobre mi cabeza brilla el sol o bajo mis pies crece una sola brizna de hierba.