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  • Era un triunfo sobre la fealdad, a menudo más seductora que la belleza real, aunque sólo sea porque encierra una paradoja. En este caso, a diferencia del escrupuloso método del buen gusto y el acicalamiento científico, el truco había consistido en exagerar los defectos; ella los había convertido en ornamentales admitiéndolos con descaro.

    Truman Capote (2012). “Breakfast at Tiffany's”, p.38, Vintage