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A los 30 años un hombre debe conocerse a sí mismo como la palma de su mano, saber el número exacto de sus defectos y cualidades, saber hasta dónde puede llegar, predecir sus fracasos: ser lo que es. Y, sobre todo, aceptar estas cosas.
A los 30 años un hombre debe conocerse a sí mismo como la palma de su mano, saber el número exacto de sus defectos y cualidades, saber hasta dónde puede llegar, predecir sus fracasos: ser lo que es. Y, sobre todo, aceptar estas cosas.