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Una mariquita de manchas pardas trepó a la vertiginosa altura de una brizna de hierba, y Tom se inclinó cerca de ella y le dijo: "Mariquita, mariquita, vuela a casa, tu casa está ardiendo, la de tus hijos sola", y ella levantó el vuelo y se fue a ver qué ocurría, lo cual no sorprendió al muchacho, pues sabía de antiguo que este insecto era crédulo respecto a las conflagraciones, y más de una vez había practicado con su sencillez.