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La verdadera generosidad consiste precisamente en luchar para destruir las causas que alimentan la falsa caridad. La falsa caridad obliga a los temerosos y sometidos, a los "rechazados de la vida", a extender sus manos temblorosas. La verdadera generosidad consiste en luchar para que esas manos -sean de individuos o de pueblos enteros- se extiendan cada vez menos en súplica, para que se conviertan cada vez más en manos humanas que trabajan y, trabajando, transforman el mundo.