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Cuando un león acecha a un rebaño, se acerca sigilosamente, se tumba y los observa para elegir a su víctima. Se toma su tiempo. Los ciervos o los búfalos no saben que está cerca. Encuentra a su presa, sale de su escondite y se apodera de ella. Incluso si otro animal perfectamente utilizable termina a su alcance, no va a alterar su curso. Ha elegido, y prefiere pasar hambre a cambiar de opinión.