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  • A veces me enfadaba porque las cosas no salían muy bien, estropeaba un flapjack, o resbalaba en el campo de nieve mientras cogía agua, o una vez mi pala se fue navegando por el barranco, y me enfadaba tanto que quería morder las cimas de las montañas y entraba en la choza y daba patadas al armario y me hacía daño en un dedo del pie. Pero que la mente tenga cuidado, aunque la carne esté fastidiada, las circunstancias de la existencia son bastante gloriosas.

    Jack Kerouac (2011). “The Dharma Bums”, p.254, Penguin UK